Amando Arroyo
2021 fue un año de milagros. Milagros futboleros. Ese año, casi 18 millones de aficionados al futbol mexicano nos dimos cuenta de que Dios también piensa en nosotros. Por lo menos eso creemos los irredentos seguidores del Atlas, Cruz Azul y de mi Atlante.
Adherirse a la porra de algún equipo tendría un efecto aburrido y contundente. El equipo favorito de Dios siempre ganaría. Ni modo. Así serían las cosas. Sin importar el país o la liga en que jugara; si fuera torneo de primavera o invierno, si fuera un cuadrangular o un mundial de clubes, el equipo de Dios obtendría todos los trofeos. Igualito que cuando el gobierno organizaba las elecciones y el PRI obtenía todos los triunfos electorales que quería.
Por ello creo que Dios no es fan de ningún equipo; porque una racha eterna de triunfos no ha habido ni en el futbol mexicano ni en el mundo. Eso no le ha pasado ni al Barcelona con sus estrellas; ni a los tigres con su chequera norteña inagotable; ni a Brasil, Alemania o Argentina en los mundiales, con todo y sus decenas de ídolos y sus millones de fanáticos en todo el planeta.
Esa es la mejor prueba de que Dios no tiene un equipo favorito.
En consecuencia, lo que sucedió en 2021 sólo puede explicarse por intervención del Señor. Por un acto generado por el brazo de la justicia divina que, como ya sabemos, es largo, muy largo, pero efectivo.
LOS DATOS NO MIENTEN.
El Atlas tenía 70 años que no levantaba una copa (desde 1951). No obstante, nadie que haya visto algunos de sus partidos podría negar la garra que frecuentemente le ponían en los últimos minutos de muchos partidos. Así que, si por esfuerzo fuera, los rojinegros deberían de haber sido campeones varias veces y desde hace muchos años.
Algo similar le pasaba al Cruz Azul. Con todo y que es el tercer equipo con mayor afición del futbol mexicano (sólo superado por el América que tiene 30 millones y las Chivas que cuenta con 28 millones), la máquina no había sido campeón de liga en casi 24 años (desde 1997). Era el eterno subcampeón: 16 finales perdidas, y tal vez la más vergonzosa contra el América allá en 2013. Hasta que el año pasado se acabó con la maldición y volvió a levantar una copa de liga.
Y de mi Atlante, lamentablemente, no hay casi nada qué decir. El tercer torneo de liga que ganaron mis potros en casi 100 años de existencia fue en Cancún en 2008. Luego, cinco años de conflictos y diferencias entre los directivos, así como pésimas contrataciones, llevaron al equipo a la segunda división (eufemísticamente llamada Liga de ascenso y ahora Liga expansión).
Con el descenso las cosas se pusieron peor. El Atlante dejó de ser un negocio atractivo para sus dueños. Inicialmente no lo querían vender y dejaron el funcionamiento del equipo a sus juniors, seguramente para foguearlos empresarialmente. El modelo de negocios que querían, supongo, estaba más asociado con alianzas y con la proyección en el mundo empresarial de esos juniors, sin importarles el destino de los azulgranas; menos aún para que regresaran a la primera división. No le invertían dinero al equipo ni formaban a nuevos jóvenes futbolistas que cobraran poco y jugaran mucho. Estas decisiones, para quienes somos atlantistas, eran despreciables. Pero seguramente cumplían con los objetivos mediocres de empresarios mediocres.
La maldición de la mediocridad se acabó.
Pero no hay mal que dure mil años ni equipo que lo resista. La maldición de la mediocridad se acabó en diciembre de 2020. Emilio Escalante compró al Atlante. Ese empresario que sostiene ser aficionado de los Potros desde que era niño, se convirtió en dueño del equipo con dos objetivos: regresar al equipo a la Ciudad de México y regresar a mi Atlante a la primera división.
Así, con otra mentalidad, en menos de un año el equipo acabó con tres maldiciones: 1) ganó el primer campeonato en la liga expansión; 2) erradicó la maldición del Estadio Azul en donde la máquina cementera en 24 años no pudo conseguir una sola copa de liga, y 3) expulsó la mediocridad de los dueños de las instalaciones atlantistas.
Es por todo eso que sostengo que 2021 es el año de los milagros en el fútbol. Atlas, Cruz Azul y Atlante que en conjunto sumaban un siglo de fracasos, lograron ser campeones. ¿Coincidencias o milagros?, o ambos. No lo sé. Pero por la complejidad que implicaba que esos tres equipos fueran campeones en el mismo año, yo me inclino a pensar que el brazo de la justicia divina estuvo metido en eso.
Amando Arroyo
Es asesor y speechwriter del Consejero Presidente del Instituto Nacional Electoral, experto en temas electorales, aficionado del futbol y por supuesto fan del Atlante a quien agradecemos infinitamente haya compartido con Saludonline este artículo.